lunes, 22 de junio de 2015

Ponencia presentada en el Grupo de estudio de la obra de Estanislao Zuleta, junio 22 de 2015.

«¿Qué es entonces el la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes. Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.»
Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
Cordial saludo.

Después de un largo período, de nuevo el subgrupo de filosofía está al frente de un texto del maestro, al que queremos aproximarnos también como preparación hacia la conferencia central de la conversación del miércoles en julio de 2015, cuyos título y temática son "El Pensar esa potencia en la vida personal y colectiva"; este texto es, como saben, la entrevista de finales de los ochenta "Responsabilidad social del intelectual", que el subgrupo privilegió frente a otros como “idealización en la vida personal y colectiva”, o “Tribulación y felicidad del pensamiento” por cuanto consideramos que en esta entrevista se hace patente cuáles son las implicaciones del Pensar en la Vida Colectiva, de qué manera una aproximación individual al Pensar se ve reflejada en lo social, en lo político, en lo común. 

Casi siempre que el subgrupo ha abordado un texto, al menos desde que asisto a él, quedan, al finalizar las sesiones, más preguntas que certezas, lo que nos parece adecuado a lo que podría ser una posición filosófica de la vida, al instalarse el ser en la duda, la sospecha, la extrañeza que proceden de enfrentarse en una relación con la verdad a través del Pensar. Pensar que surge del debate y la confrontación de las diferentes voces, significaciones, identificaciones, que cada integrante, del subgrupo en particular y del grupo en general, ha venido forjándose a lo largo de su experiencia vital e intelectual. 

Sin embargo la movilización de esa fuerza en la que el Pensar se realiza –se materializa, se vuelve real– como labor, ímpetu, incluso hazaña, se ve paso a paso amenazada por una serie de formas del no Pensar, unas barreras que el Pensar debe sortear, unos obstáculos que debe eludir, rehuir, prevenir, obstáculos que circunstancias personales y sociales, imponen como defensa frente al Pensar, como inmunización frente a lo que de corrosivo, de amenaza, de ruptura, de desmonte de certezas previas, tiene el debate con el otro, tiene el tomar distancia y vacilar, tiene el rejuzgar [revalorar] al propio ser y el ser de las grandes instituciones (y de las pequeñas) y descubrir que ahí donde teníamos todas las certidumbres, todas las evidencias, todas la seguridades, solo se instala ahora la convicción de que estamos frente a dogmas, ideologías, imaginarios míticos, religiosos, políticos que nada tienen que ver con el Pensar que libera sino con doctrinas, credos, sistemas de dominación y adormecimiento del sí que han desarrollado y ejecutado en cada uno de nosotros la familia, el estado, el capital. 

El Pensar se erige como salvaguarda frente a esa hueste en movimiento de la que habla Nietzsche en el epígrafe: “metáforas, metonimias, antropomorfismos, ilusiones de las que se ha olvidado que lo son”, salvaguarda, pues, contra ese olvido que adquiere bríos de ser verdad. El Pensar se vuelve potencia de la vida creativa que irrumpe en el sujeto como producción de significaciones inéditas, nuevas, que le transforman de manera relevante, que acarrea una alteración a escala individual en los órdenes simbólicos o imaginarios. El Pensar deviene, como diría Carlos Mario González, "significación que llega con la fuerza necesaria para arraigar y tender a permanecer como referente en el devenir del propio sujeto o del entorno humano". Esto es, perturbando la identidad del pensador, irrumpiendo como fuerza transformadora de aspectos que hasta el advenimiento del Pensar fueron los rasgos más distintivos de sí y de la sociedad en que se ha desempeñado. 

El Pensar así desplegado, así asumido, así recibido como "regalo inesperado", permite superar a los pensadores que son "profesores de filosofía", especializados en temas muy restringidos y totalmente ajenos al compromiso con la vida, al compromiso personal que se opone al intelectual que no busca "convencer, sino solo vencer", que no es un amigo del debate, de la suspicacia, de la sospecha, sino un mero productor–reproductor de creencias y convicciones institucionalizadas, como por ejemplo (cito a Zuleta), cuando "sabemos de aritmética, de biología, de economía sin haberlas pensado nunca". 

El Pensar que abre caminos posibles, pues sin Pensar sólo existe una vía única, el Pensar que es un recurso conquistable por la humanidad para hacerse al saber, el Pensar que involucra al individuo y lo proyecta. Ese Pensar permite –favorece– entender la manera como el Estado, la Religión, la Familia, fomentan formas insidiosas de adormecimiento, de desculturización, de instalación de valores absolutos impuestos por instituciones o personas relativas, pasajeras, con pretensiones de ser universales, eternas y únicas receptoras de la verdad. 

Y se vería realizado, ese Pensar que abre caminos de posibilidades, en la ciudadanía crítica, en el escenario público, en la exposición a la luz pública de lo que el pensador ha intuido, de su muy particular forma de dar cuenta con la relación con la verdad.  Ese Pensar que interviene al propio ser debe entonces mantenerse movilizado por el pensador para que intervenga la vida colectiva. Sabemos que hay hombres y mujeres que con su Pensar han cambiado el mundo y que esa suerte no nos corre a todos, mas el pensador puede y debe cobrar efectos en la escala de los vínculos que lo ligan al afuera, al otro, y ese es uno de los compromisos del intelectual: no cegarse, ensordecerse, amurallarse, ante los problemas concretos de su medio ambiente concreto, aun en medio del terror, aun en medio de la miseria, aun en medio de su realidad trágica, el pensador no debe, no puede, evadir su responsabilidad de que el Pensar de que es objeto y agente se fije en y estudie o discurra en torno a qué cosa está pasando allá afuera, en ese lugar donde su Pensar no es ya suyo sino de todos, ahí donde la realidad está ocurriendo. 

Las ideas cobran vida en la realidad social e histórica, las ideas son del dominio público instaladas en un campo de combate en el que el intelectual potencialmente puede convertirse en constructor de sueños sociales que aplasten la libertad y el individuo. El esfuerzo del Pensar consiste en desenmascarar los argumentos falaces que afirman tesis totalitarias, o que ven la historia como un libreto que se puede leer y predecir (Popper), –como una forma de "tener la verdad de la historia en el bolsillo"– lo que desemboca en una visión de una historia que debiera cumplirse al pie de la letra, sin posibilidades para la libertad racional. 

El Pensar hace público y facilita el diálogo entre los hombres, dispone a los sujetos a Pensar por sí mismos los grandes enigmas (la vida, el cosmos, el yo, el Pensar mismo), el Pensar es plural y sustentado en la razón, no en el dogma, no en el terror, no en el consumo. Las ideas contrarias a la pluralidad y la autodeterminación en las sociedades democráticas deben ser examinadas por el pensador, por nosotros, y tomadas con beneficio de inventario, y sus graves consecuencias políticas y sociales denunciadas como hegemonías contrarias a la autonomía , como "poder confundido con saber", como libertad habitada por el terror, en las que el Pensar solo encuentra obstáculos y es deliberadamente adormecido por el dogma (cuando preferimos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados), por la ideología (de un Estado totalitario como, por ejemplo, el estalinista), por los saberes mítico-religiosos, o políticos, por los media (televisión, facebook, el "mensaje de la publicidad” en lo que el valor consiste en consumir sin Pensar, por decirlo así). 

Finalmente destaco lo que de potencia tiene el Pensar en este escrito, a manera de recoger en dique lo que hasta ahora fue río verbal: el Pensar es duda, sospecha, debate. Amenaza, ruptura, demolición de certezas; toma de distancia, liberación, resistencia, perturbación de la identidad personal, perturbación de la identidad colectiva. 

Decía al iniciar que siempre nos quedan más preguntas que certezas, y voy para terminar a enunciar algunas de las que nos quedaron más hondamente caladas y que dejo para la conversación: 

¿Personal? ¿Colectivo? ¿Cuáles son sus diferencias, cuáles sus similitudes? 
¿Cuáles son las posibilidades y los límites que la potencia de Pensar tiene frente al actuar? o mejor dicho ¿qué aporta el Pensar al actuar colectivo? 
¿Qué liga al pensador con el objeto de su pensamiento? ¿Intereses? ¿Neutralidad? 
¿Cómo es el compromiso del pensador? 
Si el afuera es un campo de batalla, ¿qué posición ocupa el intelectual, el pensador? ¿Qué partido tomar? ¿Es el Pensar un arma? ¿Con qué herramientas lo enfrento? 
¿Cómo favorece el Pensar a la vida personal? 
¿Qué vuelta de tuerca da para la vida colectiva? 

 Gracias

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