miércoles, 23 de octubre de 2013

Aplausos omitidos

En este momento asisto a un evento musical en el marco de la 5° Feria del Libro de Támesis, municipio al sudoeste del departamento de Antioquia.

El grupo, de un nombre más o menos impronunciable, y que rehúso tratar de escribir, presenta una propuesta harto arriesgada y, de a de veras, nada fácil: pretenden musicalizar poemas de la literatura universal.

No son los primeros, ni serán los últimos. Dado lo arduo de la propuesta (ardua de proponer, ardua de escuchar), los admiro sinceramente y pienso que, bemoles más bemoles menos, logran una propuesta entretenida, aunque para mi gusto desafortunada.

Digo desafortunada porque es un poco monótona en el sentido de que, hasta el momento, no ha habido mayor incursión en lo que podrían ser sonidos más versátiles. Quiero decir que no hay salsa, no hay rock, no hay son, no hay jazz, no hay, al menos, bossa nova o samba, ni tango, ni fox trot o vals, ni folclor ni protesta.

Hay una mezcla indefinida de todo eso, algo que un genio oculto, al que falta hacerle una homenaje, definió como fusion.

No es mi intención en este aporte profundizar sobre la música y los géneros, ni sobre la poesía o los ritmos. Lo que me motivó escribir esta entrada fue algo que el, al parecer director -o gestor-, de este grupo dijo cuando estaba haciendo la presentación del grupo: el pidió el favor de que nadie aplaudiera entre una canción y otra, sino que "al final, si lo merecemos", si lo creemos  pertinente por el conjunto de la presentación, aplaudieramos.

Yo no aplaudiré. El conjunto de la obra, dada mi inclinación a ser altamente disperso no me gustó. No me da pena decirlo y sé que los que asisten a conciertos me entienden vuando digo que todos los artistas son irregulares en su obra y en su ejecución de la obra; que interpretan unas canciones mejor que otras, tienen canciones mejores que otras.

En este momento me retiro poque estoy cansado y porque la propuesta en su conjunto me gustó poco. Me voy sin aplaudir porque el concuerto no se ha acabado, y, como dije, antes del final estan vedados las expresiones eufóricas dadas con la palma de las manos.

Es una falla, porque la interpretación de Aparta de mi este cáliz me pareció de una hermosura superior y me hubiese gustado aplaudir hasta sentir un poco de dolor, o mucho.

Me voy en otra pieza excelentemente ejecutada, una basada en Machado. Pero me voy aplaudiendo en secreto. Porque el aplauso no es solo el reconociminto a la calidad, real o percibida, del artista; es también el reconocimiento de que somos sujetos que gustan; de que somos capaces de percibir placer, deleite, atracción.

Y que ese sentimento nos lo suscita no la totalidad de las obras sino fragmentos de ellas, trozos, porciones, partes. Que lo insignificante es tan emocionante como las grandes obras o el conjuntos de ellas.

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